Sabemos que la pobreza no se corrige solamente abriendo a todas las personas las oportunidades de acceso a los bienes materiales que la sociedad genera. No basta con ello.
El problema exige acciones profundas y persistentes que sobrepasan lo estrictamente material, dado que las consecuencias de dicho fenómeno penetran en las profundidades del cuerpo y el espíritu de la gente que es víctima de tal situación. Lo que estamos diciendo, en síntesis, es que la pobreza se lleva por dentro; se instala en la subjetividad de la persona para finalmente controlar su actitud, disposición, ánimo, aspiración, y conducta. Se trata entonces de erradicar la pobreza de ahí donde ha instalado sus raíces, es decir de la propia espiritualidad de la persona.
Hay que darle acceso a las fuentes del conocimiento, de la cultura, de la información, de la educación, en fin, pero no de cualquier tipo de conocimiento ni de cualquier tipo de educación. Se trata en este caso de una opción educativa de carácter crítica que como tal está orientada a la formación de ciudadanos libres, esto es, personas autónomas capaces de pensar con cabeza propia; su interés es la emancipación del pensamiento con respecto a las creencias ciegas, dogmáticas y oficialmente establecidas.
Esta es una propuesta educativa que otorga a las personas el poder de pensar críticamente, a los fines de que se distancien de las modas pasajeras, de los conocimientos dominantes, de los poderes instituidos, de las prácticas rutinarias y del orden establecido, puesto que todo esto hace de ellos simples instrumentos inconscientes de causas nada dignas. Más que procurar el otorgamiento de títulos la preocupación se tiene que centrar ahora en la naturaleza de la formación que habrán de recibir los participantes en un proceso educativo. Conscientes estamos que el título por sí mismo no garantiza nada y que la prioridad en el proceso formativo ha de ser no la formación disciplinaria sino la formación ética.
Aquí es donde se justifica entonces la necesidad de la educación para la ciudadanía, porque en Argentina no hemos tenido ciudadanos ni menos aún educación ciudadana.
Como dije antes, la orientación educativa que ha estado prevaleciendo en nuestras instituciones educativas es la que busca formar individuos diestros para ejecutar tareas. Lo que ha predominado como sentido de la educación es la formación para el trabajo. Y se ha entendido entonces que educar es simplemente instruir, así como que el objetivo de la universidad es sencillamente conferir títulos profesionales para que las personas concurran luego al mundo de la producción económica. Pero por esa vía, como hemos visto, puede darse lugar a la constitución de una persona con intereses contrarios al país y a los argentinos mismos.
Lo que estoy planteando como alternativa es un modelo educativo que forme ciudadanos capaces de compartir lo que tienen; dispuestos a sentir la presencia de los otros, resueltos a enfrentar los abusos cometidos en contra de los más débiles, determinados a combatir las injusticias; ciudadanos preocupados por su comunidad, por su sociedad, por su país, más que por sí mismos. Quiero, docentes, estudiantes y autoridades que comprendan que la educación es como un viaje de formación, abierto, flexible, siempre en invención, y orientado a la constitución de una persona autónoma, libre, crítica, que pueda pensar libremente. Por tanto deben estar todos los que forman parte de la comunidad educativa, dispuestos siempre al aprendizaje permanente, a desaprender lo viejo, a aprender lo nuevo, así como a reconocer el sentido social de la educación y la responsabilidad que cada cual tiene en la construcción del nuevo país, donde por fin reine la justicia, la democracia, la libertad y la soberanía nacional.
Lo que estoy planteando como alternativa es un modelo educativo que forme ciudadanos capaces de compartir lo que tienen; dispuestos a sentir la presencia de los otros, resueltos a enfrentar los abusos cometidos en contra de los más débiles, determinados a combatir las injusticias; ciudadanos preocupados por su comunidad, por su sociedad, por su país, más que por sí mismos. Quiero, docentes, estudiantes y autoridades que comprendan que la educación es como un viaje de formación, abierto, flexible, siempre en invención, y orientado a la constitución de una persona autónoma, libre, crítica, que pueda pensar libremente. Por tanto deben estar todos los que forman parte de la comunidad educativa, dispuestos siempre al aprendizaje permanente, a desaprender lo viejo, a aprender lo nuevo, así como a reconocer el sentido social de la educación y la responsabilidad que cada cual tiene en la construcción del nuevo país, donde por fin reine la justicia, la democracia, la libertad y la soberanía nacional.
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